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Hacerse cargo: de la culpa al límite amoroso


El concepto de "hacerse cargo" ha sido un pilar en mi camino. Desde la infancia, me molestó profundamente la visión de víctima que veía en mi entorno, en mi madre, mi padre y mi familia en general, lo notaba en temas emocionales, económicos y en la forma en que se asumían los roles.

 

Esa misma molestia se ha repetido a lo largo de mi vida, reflejada en mis hijas, mi esposa, mis clientes y mis socios. Fue a partir de ese malestar constante que empecé a trabajar bajo una premisa:

 

Si me molesta seguramente algo de eso tengo, ¿qué reflejan?”.

 

Así comenzó mi pregunta: ¿Por qué me molesta tanto que otros no se hagan cargo de lo que les corresponde? A veces es en lo emocional, lo mental o lo económico, otras veces, simplemente se trata de una tarea, una obligación o un acuerdo.

 

Entonces enfocar la energía en ellos, en la relación con cada uno, no tiene mucho sentido; la guía era el enojo, una emoción que me señalaba que el otro "no quiere entender" su responsabilidad.


El origen de ese enojo estaba en mí, y era mucho más antiguo que la situación con mi pareja, mis padres o mis clientes. La emoción me revelaba un programa interno que yo había cargado por años, que se activaba cuando alguien más no se hacía cargo. Entonces el responsable del enojo soy yo, su origen es anterior a la situación y la persona, como la situación simplemente son "Maestros" que nos muestran algo en qué trabajar para resignificar o sanar.

 

Con los clientes, gestionar esto era más sencillo, porque no había un vínculo emocional directo. Si un cliente no asumía su responsabilidad y me pagaba por ello, no había una implicación personal, no me cargaba de una culpa ajena, y tampoco dirigían la culpa a mí, es decir no están diciendo por su culpa yo hice o no hice; casi siempre tenían otros a quien culpar.


"El que no se hace cargo, culpa a otro"

 

Pero en la familia, en mi relación de pareja o con mis hijas, la situación era diferente, además de molestarme que no se hicieran cargo, me irritaba que me culparan a mí: “es tu culpa, León”. Si has leído el escrito sobre la historia de mis padres, entiendes por qué me afecta tanto. Ya cargué suficiente culpa por la unión de mis padres, y no quiero volver a ser responsable de la desgracia o de las consecuencias de la vida de alguien más. Eso es algo que no quiero mantener en mi vida con toda razón y libertad amorosa, simplemente no quiero. El origen de esa emoción entonces estará ligado a la “culpa”.

 

Un hijo marcando límites a sus padres de forma amorosa
de la culpa al límite amoroso

Poner límites desde el amor y pasar de la culpa al límite amoroso

 

Ya cargué suficiente culpa por muchos años, por lo que no debo permitir que vuelva a mí, mi tarea no es hacer que “el otro entienda”, sino poner un límite.

 

Asumo lo mío y devuelvo lo que no me corresponde. Sí a partir de ese límite llegamos a un acuerdo, es maravilloso; si no, me mantengo firme para no ser infiel a mí mismo. Si corro el límite, después me sentiré abusado, pero en realidad, yo lo permití. Es un patrón que se repite o se corta, dependiendo de si soy consciente de lo que me corresponde y de si aprendo a poner límites con amor.

 

Si el otro no asume lo suyo, no es mi deber “hacerle entender”, marco mi límite hasta lo que “me corresponde” y devuelvo la energía de lo que no me corresponde;

 

Piensa en el cerco de una casa, eso es un límite, es pacifico, no hace nada, no molesta, está ahí para decir hasta aquí puedes pasar, y solo si te autorizo entras, pero si te desautorizo sales. No necesita ser violento, ni lastimar, es pacífico y amoroso, está ahí simplemente ES; no necesita ser justificado es tu propiedad y punto, nadie debe cuestionarlo.


Así de claro deben ser los límites, pero no sabemos cómo ponerlos, y, a veces los imponemos desde el enojo, gritamos, atacamos, y dejamos de lado que el límite es pacífico y amoroso. (obviamente hablamos de relaciones consentidas, no violentas).

 

Si esos desacuerdos se convierten en los únicos encuentros con alguien, y en un “tira y afloje de culpas”, tu límite podrá ser la distancia, el silencio, el no contacto, ¡eso es válido!  

 

En ocasiones la persona con la que te relacionas es de tu familia y, parece una traición el alejarse, pero si te estás haciendo daño en cada encuentro aléjate para sanar, y, si luego consideras prudente volver, vuelve, eres libre de hacerlo.


Superar la culpa de alejarse es de las cosas más difíciles en las familias latinas, desde niños nos han enseñado a sentir culpa, vergüenza, y otras cosas más, cuando “no hacemos caso”, por ejemplo.

 

El origen de esa culpa a veces es tan simple como una oración que dice: “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa”, estamos programados para sentir culpa y desde ahí ser infiel con lo que queremos en realidad.


Nos relacionamos con nuestros padres, a veces desde la culpa, el temor, o el miedo a ser condenados. (nos relacionamos con Dios a veces de esa misma forma).

 

El amor es la clave que ayuda a pasar de la culpa al límite amoroso aprender a amarnos, reconocernos como seres humanos, con todo lo que nos acompaña, luz y sombra; amarnos y amar al otro desde la libertad de lo que en realidad eres, y es la otra persona; el amor es liviano, nutre, es libre, vale la pena intentarlo.

 

Sentir culpa y cargas es normal, es parte del proceso, lo entiendo, estamos en crecimiento constante.

 

Te invito a adquirir mi Guía “Nuestra Relación”, una ayuda para resignificar nuestras relaciones desde el amor y la libertad.

 

Y si ya la tienes vívela y recomiéndala para que otros hagan el proceso, de esa manera contribuimos todos, tú con alguien que le pueda servir, y con esta causa que hasta ahora está comenzando.

 



1 comentario


Wow!! que poderoso. Algun dia hablaremos de este lindo proceso. Gracias por escribir.

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