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En Búsqueda de Refugio

Escena: La cama de mis padres:



Hoy recordé una escena que se repitió muchas veces “levantarme a las tres o cuatro de la mañana, tomar mi cobija, mi almohada y, caminar medio dormido hasta la habitación de mis padres”.

 

Me acostaba entre ellos y sentía algo que con los años olvidé “la plenitud”. En ese momento no faltaba nada, el cuerpo se relajaba, el corazón se aquietaba, y el sueño llegaba sin esfuerzo, estaba en casa, protegido, proveído y contenido, las dos energías masculina y femenina estaban en balance, estaba completo, nada afuera sería una amenaza.

 

El Despertar y la Transición Silenciosa


Con el tiempo, esa sensación fue desapareciendo, crecemos, y ya no está permitido pasar a la habitación de los padres. La protección que antes encontrabas en ellos ahora debes hallarla en ti, en la oscuridad de tu habitación, en la forma en que logras volver a conciliar el sueño, aquella plenitud que estaba en el cuarto de al lado, ahora debe habitar en tu interior.


Fisiológicamente, el cuerpo se despierta y una dosis de adrenalina lo activa, es necesaria esas dosis para levantarte, es natural, hace parte de nuestro sistema y bilogía, estás alerta, esto sumado a los motivos por lo que me levantaba “sueños lúcidos”, miedos y viajes extraños que no comprendía, esto hacía que despertarme fuera algo importante y mi nivel de alerta o tensión empezaba desde muy temprano en la mañana.


Nadie en casa sabe de esto, el miedo a la oscuridad y las imágenes de los sueños me despertaban en estado alerta, nadie me guio en ese tránsito; solo escuché la instrucción que separa la niñez de la soledad “Ya no está bien que vayas a la habitación de tus padres. Estás muy grande.


Y entonces llegan los años de estudio, la universidad, el trabajo, sostener una familia. El día arranca con pendientes como el desayuno de mis hijas, el tránsito para llegar al cole, las cuentas, los clientes, los correos sin responder. La vida se convierte en una lista interminable de cosas por cumplir.

 

Nadie me explicó la transición. Así como nadie me explicó, por qué, el cuerpo temblaba antes de dormir, o por qué, los sueños podían doler; tampoco lo que sería la adultez.


Deseaba ser grande, proyecté mi vida desde la infancia, “quería crecer rápido”, saltarme etapas, estar afuera, entre otras cosas porque allá, “en el nido” ya no sentía refugio ni sostén, no me sentía a salvo.

 

¿Quién Contiene al Cuidador?


Quise ser el cuidador, lograr eso en mi propio espacio, ser el refugio, el sostén, la protección para mi familia. Me fui a sanar, a construir un nuevo mundo, uno más seguro para mí y mi tribu, y, aun así, persistía esa sensación de vacío, de nostalgia, soy el que contiene y provee, pero ¿quién me contiene a mí?


Surge la culpa por haber dejado atrás a los padres, por haber abandonado el nido, junto a la satisfacción por la historia que estoy escribiendo. Algo falta en esa ecuación. La cama y la sensación de estar a salvo, eso falta.


¿Dónde estás buscando tú ese refugio?

 


Los Pilares Invisibles


Los pilares Madre y Padre como humanos son imperfectos, pero como almas son obra del Creador, las dos energías, masculina y femenina, nos habitan, nos nutren y nos cobijan. Son la cama, el colchón, la cobija y la almohada, la sensación de bienestar y plenitud que anhelamos volver a sentir.


Generaciones enteras han roto hilos invisibles, despachado hijos, alejado padres, buscando afuera la protección que siempre estuvo en casa, sin saber que la casa la llevamos dentro.

 


la cama de mis padres Una pareja de esposos durmiendo con su hijo
La cama de mis padres.

Resignificar las vivencias del linaje:


Hoy, en mi hogar, mis padres y mis ancestros están presentes. Aparecen en las conversaciones con mis hijas y mi esposa, en los temas sobre las heridas que traemos, las deudas y los aportes que nuestro linaje entrega a este hogar.


Lo no dicho, lo escondido de generación en generación está aquí, reclamando ser reconocido, honrado y aceptado, para poder resignificarlo con amor, por eso buscamos espacios para conversar sobre nuestra historia, nuestro linaje, nuestros miedos y vulnerabilidades, dones, cargas, deudas ancestrales, también sobre los sueños que hemos tenido, porque todo está conectado, somos uno.


"Olvidar que estamos a salvo es parte del programa familiar, parte del linaje"


Desde muy niño, comencé una búsqueda incesante de refugio, sentido, y proposito la vida se volvió una carrera por recuperar aquello que una vez fue natural “la calma, el vientre, el abrazo, la certeza de pertenecer”.

 

Hoy entiendo que esa plenitud nunca se fue, sigo sostenido por el amparo del creador, de Dios, de la madre tierra, entiendo que el amor no se extingue, hoy entiendo que la sensación del colchón tibio, y de la respiración compartida, sigue aquí, esperando que la reconozca.


Volver a casa no es regresar al pasado; es recordar que la seguridad es un estado del alma, no una circunstancia externa.

 

Ejercicio de Regulación: Volver al Hogar Interior:


El cuerpo recuerda la seguridad a través de la respiración lenta, el contacto y el descanso.Puedes practicar este sencillo ejercicio:


  1. Coloca la mano sobre tu abdomen y siente el movimiento al respirar.

  2. Inhala profundo y suelta lentamente por la boca.

  3. Evoca una imagen de protección: la cama de tu infancia, un abrazo, un árbol que te cobija, un lugar seguro en la naturaleza.

  4. Permite que tu sistema nervioso reconozca el mensaje: “Estoy a salvo.”


Hazlo cada mañana o antes de dormir. Dile a tu cuerpo, con ternura y presencia “Estás en casa.”

 

Con cariño LEÓN.


 

 
 
 

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