Resignificar Nuestra Historia, sanando mi relacion con mi padre.
- LEON DAVID ZP
- 12 ago
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 29 ago
El significado que le di a lo vivido está marcado por programas antiguos, heredados, definiciones del entorno, del linaje, vivencias de mis padres y los padres de ellos; en nuestra memoria celular traemos definiciones del clan familiar, cosas por superar, traumas, herencias, culpas, aciertos, errores y también dones, todo ello, nos ha programado para ser lo que somos hoy.
El ser humano se va desarrollando en los primeros años de vida, imitando lo que ve y siente, principalmente de sus cuidadores, sus padres, según como esté conformada su familia. Su entorno más cercano le marca como espejo lo que “debe ser” y su pequeño cerebro va registrando los comportamientos que encajan en el grupo y los que no.
Es un programa; como un software que registra las variables, y desde ahí sigue funcionando de forma automática a menos que, lo actualices.
Resignificar entonces, termina siendo una actualización del software, ingresas al programa con nuevos comandos o código, y reescribes la forma en la que veías las cosas antes.
¿Qué hice en mi proceso? Y sigo haciendo:
Reviví escenas vividas, conversaciones, eventos denominados “traumáticos” también otros felices, y volví a sentir lo vivido, como si fuera ese niño que los vivió en el pasado, pero también, como el adulto actual que quiere decirle al niño “tranquilo, todo estará bien, es necesario eso que estás viviendo, ese sufrimiento no es tuyo, eso que pasó es de tus padres, abuelos”, en fin, según los protagonistas de la escena.
Recorrí un camino hacia el pasado para poder ubicar las emociones que sentí, los pensamientos que pasaron por mi mente, y los programas que se estaban creando en mi inconsciente.
Muchas personas prefieren no hacer esto ¿Qué sentido tiene volverse a lastimar o revivir un evento traumático ahora? Y sí, algo así podría no tener sentido, sobre todo si la intención de revivir no es resignificar o sanar, sino solamente revivir el evento.
¿Cómo sanar o resignificar?
Primero quiero decir que, esto no es un método, si no la forma en que lo vengo haciendo, es decir, formas hay muchas, esta es la que resonó conmigo.
Lo segundo que quiero decir es que, someterse a un recuerdo traumático, sin antes haber instalado en tu propio programa un observador desde el amor, hará que pueda que el recuerdo sea tan solo un mal recuerdo y no sigas adelante, porque vas a sentir de nuevo y tal vez no te guste hacerlo.
Por esto recomiendo primero tener herramientas, como la escritura, la oración, la meditación, el hoponopono, la sanación con colores, la sanación pránica, o cualquier otra, para que, tengas la capacidad de revivir la escena acompañando al niño que la vivió, a tu yo pasado.
Un ejemplo de lo que hice yo.
Una herramienta que me ha servido mucho es en el momento mismo de revivir esa escena, decirles a los protagonistas de la escena al niño es decir yo, y al adulto, (tu padre o madre, el que esté en la escena), cuatro palabras: Lo siento, perdón, gracias, te amo. Acompañadas de las frases que naces del corazón.
Escena: Una tarde de agosto.
Es una tarde de agosto, recuerdo la humedad en el ambiente y el cielo nublado, el aire huele a tierra, estoy en la sala de la casa, en una de las tantas casas en las que viví; frente a mí, a escasos metros, hay una escena que reconozco en seguida.
Un niño de unos 5 años (yo) está sentado en el suelo, con la mirada baja, apretando fuerte las manos para contener las lágrimas, mirada triste, siento su corazón arrugado, siento su garganta cerrada, una presión que no conoce, una emoción inexplicable; delante de él, está de pie mi Padre, con el ceño fruncido y la voz elevada, le recrimina algo, alza la voz, se nota enfurecido, algo malo está pasando, no recuerdo con claridad que fue eso que “hice mal”, pero estoy reviviendo todo lo que sentí en el cuerpo. En ese momento, pasaron muchas emociones que se convirtieron en sentimientos.
La tensión en el ambiente es evidente, el enojo, la tristeza, la frustración, la indefensión. El niño —yo— no se defiende, solo escucha, encogido, como buscando refugio, pero está solo en esto; en su interior siente que no puede hablar, que sus palabras no tendrían lugar en esa escena. Observo desde la distancia, invisible para ellos, pero profundamente presente.
Me acerco despacio y me ubico detrás del niño, pongo mis manos sobre sus pequeños hombros, soy imperceptible, no me ven, pero él me siente; inclino mi rostro hacia su oído y le susurro:
“Lo siento por haberte dejado solo en este momento, por no haberte protegido antes, siento lo que está pasando por tu cuerpo, lamento no haberlo reconocido de inmediato y darle un nombre, lamento haberlo cargado por tanto tiempo sin encontrar un lugar donde poner esa emoción.
Perdón… perdón por haberte hecho creer que valías menos por equivocarte, por juzgarte, por acallar tu voz, por no escuchar mi cuerpo, el enojo, la frustración, por sentir culpa por tantos años.
Gracias por ser tan valiente, por seguir creyendo en el amor a pesar de todo, por levantarte, por encontrar refugio en tus escritos, porque aprendiste a ubicar esas emociones y sentimientos, a identificarlas, y darles un lugar en cada momento desde el amor y la presencia, no desde el programa.
Te amo… te amo con toda mi alma y siempre estaré contigo. Aquí estoy, dando refugio, hogar, calor, y mucho amor.
Nota anticipatoria: Creciste y haces las cosas distintas con tus hijas, estás mas presente, eres más amoroso, y te ven con otros ojos”
El niño levanta lentamente la cabeza y veo sus ojos llenos de lágrimas, ahora se encuentran con los míos, mi mirada hacia él está cargada de amor y refugio, ya nunca más se sentirá solo.
Mi padre, todavía en su posición rígida, parece de pronto más pequeño, más humano, lo observo con compasión y amor; también él carga su propia historia, también aprendió a hablar desde sus miedos, también se sintió solo, también fue un niño y ahora un adulto repitiendo el programa.
Lo abrazo y en mi interior, repito para él: “Lo siento por juzgarte tanto. Perdón por no ver antes tu dolor. Gracias por lo que hiciste con lo que sabías. Te amo y te libero de ser perfecto.”
El viento sopla suave, el cielo se abre un poco y deja pasar un rayo de luz, la escena se queda quieta, pero algo profundo ha cambiado.
Ya no hay juicio, culpa, víctima o verdugo, tampoco hay soledad, ni para el niño ni para su padre.
Ahora hay un hombre adulto que abraza a su niño, que comprende a su padre y que elige llevar esta historia a un lugar nuevo, que decidió darle luz a su sombra y resignificar la vida desde el amor.
La relación conmigo mismo y con mi padre, se liberó, ahora de mi parte no hay carga ni juicio, solo amor.
NOTA: El ejercicio fue realizado luego de una escena propia, donde yo, como padre, alcé la voz, y, mi hija de tan solo 5 años se agachó en el piso, tomó sus rodillas y lloró, ese detonante cambió todo, porque me pregunté ¿dónde nació el enojo que acabo de expresar?. La escena llegó de repente y luego me dispuse a escribirla.
Con presencia y cariño
L3ÓN
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