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Cocinando con mamá - Sentirse amado.

Actualizado: 4 nov

Sentirse amado no es lo mismo que amar:


Aprender a decir te amo es algo necesario para nuestras relaciones, en mi caso, lo aprendí a los 20 años aproximadamente; no recuerdo escuchar un te amo antes de eso y muchos menos decirlo.

 

Decir te amo en mi caso ha sido un proceso difícil de vivir y explicar, cuando nacieron mis hijas, fue una de las primeras palabras que quise enseñarles, de esa manera, rompería el programa.

 

Entendí que amar es natural, es fluido y que se me hace fácil hacerlo, sin embargo, sentirme amado y que alguien se sienta amado por ti, es otra lección profunda del alma.

 

“Sentirme amado”.

 

Decir te amo, y recibir uno de vuelta, es bonito, pero que alguien te diga “me siento amado por ti”, o que tú se lo digas a alguien, eso es otra cosa, eso edifica, nutre el alma de ambos.

 

 

 

La presente escena ocurre en la cocina de mi madre y me enseñó que amamos y nos sentimos amados de distintas formas.

 

 

El Territorio Sagrado de la Cocina:


Hace 10 años salí oficialmente de mi casa materna, y hace tiempo no compartía un momento en la cocina con mi madre; en esta ocasión, quise verla cocinar, también quería participar, pero preferí ser un espectador “observar, estar en absoluta presencia y aprender de ella”.

 

Al estar presente en la cocina de mi madre me permití conectar con mi linaje femenino y recibir de esta vivencia “la herencia de mi madre, mi abuela y Verónica”, la madre de mi abuela.  La nombro y la honro con este escrito, la recibo y la integro a mi vida, la acepto y le doy el lugar que le corresponde, el que no se le dio en vida.

 

Esta escena habla de linaje y memoria celular, de una sombra que nos acompaña, de lugares y órdenes no reconocidos en mi linaje. (A ti Verónica y las que estuvieron antes de ti)

 

La escena: 🍲 Cocinar con mamá, Sentirse amado:

 

La ocasión es un desayuno de domingo, luego de haber pasado la noche en casa de mi madre. He dormido en el sofá cama, (ya no tengo un lugar fijo ahí), es su casa, y yo soy un invitado, (el orden precede al amor).

 

Acepté la invitación que me hizo la noche anterior y ahí estoy. Puede parecer algo rutinario para ti que estás leyendo, pero para mí y para mi madre, esto es todo menos rutina; la invitación incluye un desayuno y la preparación será: "hígado encebollado, arepa y chocolate"; algo que solo como de sus manos.

 

Estamos en la cocina: La observo limpiando la proteína de manera detallada, paciente, cortando la cebolla y el tomate en su mano, no utiliza la tabla de picar, y me dice “mi mamá me regañaba por esto”, yo le digo, si fuera ella yo también te regañaría, es un método muy tuyo, pero riesgoso según yo, nos reímos porque recordamos a mi abuela “la pitufa” como le decíamos con cariño, mi abuela era recia, templada, no creo que la palabra amor haya salido de su boca en su vida, por lo menos no se la escuché nunca,

 

“no escuché a la pitufa decir te amo”

 

Y en ese pequeño gesto veo nuestro linaje, comprendo que su forma de cortar, mezclar, preparar y cuidar los tiempos de la cocina, el ritmo, la temperatura del fogón, es su manera de orar y de amar, es su leguaje del amor.

 

Mi madre ha heredado la forma de amar de su propia madre, y seguramente de Verónica su abuela, también ha heredado los silencios, los lugares no reconocidos, se ha hecho paso en el orden del amor a través de la comida.

 

Ahí en la cocina tienen un lugar que no tienen que compartir con nadie, no compiten, es su lugar sagrado, no tienen que luchar por ese lugar, les pertenece por herencia, es su templo, es su forma de amar.


El fogón, como el hogar, requiere temperatura, calor, equilibrio, tiempo y cuidado, requiere amor, lo que sale de ese fuego es amor y la persona que prepara los alimentos se expresa, nutre, despeja la mente, expresa los sentimientos (en un mundo recio y templado no se permite la expreción de sentimientos); son mujeres que acompañaron a sus hijos para ser “varones de verdad” y a sus hijas “las reinas guerreras”, un linaje de templanza, fortaleza, seguridad, dureza, donde el amor no se puede verbalizar porque es debilidad y vulnerabilidad, donde eso no se permite.

 

Un mundo con secretos y el principal de ellos es “la expresión emocional”. No se puede mostrar vulnerabilidad; mi bisabuela, abuela y madre, tres generaciones lustrando la armadura de la guerrera ¿Quién se quitará la armadura?


 Mientras mi madre cocina y yo la observo, entiendo que lo importante no es el plato, sino el acto, cuando ella lo prepara se siente dando amor, y cuando yo lo como me siento amado; en ese intercambio simple ocurre algo profundo

 

EL hijo viendo a su madre cocinar y honrando el linaje
EL hijo viendo a su madre cocinar y honrando el linaje

“al cocinar, ella ama; al recibir, yo también la amo”

 

Su manera de amar es atender, servir, cuidar, no necesitaba decir “te amo”, no era fácil para ella, no lo fue para su madre, y mucho menos para su abuela, pero lo dicen, !claro que lo dicen¡, en cada plato que preparan, en cada gesto de servicio, con la costura de un pantalón o falda rota, incluso con los regaños que pretenden enseñar cosas que vienen de generaciones pasadas.

 

Mi abuela renunció a su herencia, salió muy joven de su casa, mi madre salió joven de su casa para casarse con mi padre, el programa de dejar atrás lo que duele hace parte de mi herencia, “alejarse para sanar”. También hace parte de mi herencia la cocina, los actos de servicio, dar amor con atención, tiempo y cuidado.

 

El lenguaje del amor de las madres que cocinan es antiguo, sencillo y poderoso, es un lenguaje de cuidado y protección.

 

Resignifiqué en mi vida el amor:


Aprendí a decir “te amo”, y al hacerlo, desprogramé parte de lo heredado reconociendo la herida no nombrada y los dones, la luz y la sombra de mi propio linaje, aceptando e integrando el origen desde el amor, hoy nombro a Verónica porque de ella sé muy poco, pero la siento en mi, la reconozco en mi madre y mi abuela, la traigo hoy para decirle gracias, te amo y siento tu amor.

 

 

Los secretos del linaje: Cuántos secretos existen en la cocina de las madres, generación tras generación.


Cuántas emociones almacenadas en esos frágiles cuerpos de antaño, que hoy se hacen presente en tu propio cuerpo con dolores, pensamientos y emociones enquistadas de las que no comprendes su origen.

 

Ahí en la cocina se aprende a cocinar y también a reprimir las emociones, a transmutarlas en preparaciones y creaciones deliciosas que le regale a cada madre una sonrisa de sus hijos, de su esposo, una atención, “sentirse amadas”. Y el mayor aprendizaje no siempre es la receta, sino la herencia invisible que nos habita.

 


Si estás presente en un acto tan simple como un desayuno, puedes conocer más de ti de lo que te imaginas.

 

El Linaje del Amor: En mi linaje materno el amor no se hablaba, se demostraba ¿Cuántas personas se quedaron esperando un Te Amo de sus padres?

 

En nuestra familia, la cocina fue un lenguaje para el amor, la palabra amorosa no circulaba, pero el alimento sí, la comida era la oración silenciosa que mantenía unido el sistema.

 

Reconocer el lenguaje del amor de quienes amamos es esencial, no todos decimos “te amo” del mismo modo, unos lo dicen con palabras, otros con tiempo, sirviendo, atendiendo, comprenderlo es una forma de respeto, y también de amor maduro.

 

Si quieres desprogramar esto en tu vida, te propongo lo siguiente: Colócate frente a tus padres, en presencia física o simbólica y repite:

 

Padre mío, te amo y me siento amado por ti.

Madre mía, te amo y me siento amado por ti.


Hazlo con el corazón abierto, sin expectativas.

 

Permite que el eco de esas palabras viaje hacia atrás y hacia adelante en tu linaje.

 


¿Y qué pasó con el desayuno?

 

Como era de esperarse, repetí, un plato no era suficiente, y en cada bocado me sentí amado por mi madre.


Hoy honro su manera de amar, su entrega y fuerza, me reconcilio con todas las mujeres de mi linaje, con sus silencios, fortaleza, sus actos de amor, reconozco a Verónica como parte de mi historia, me integro con su herencia y la honro. En su memoria, en sus manos y fuego, sigo aprendiendo a amar, y a decir:

 

“Me siento amado por ti.”


Con amor, LEÓN.


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